jueves, mayo 27, 2010

THE END


Lost es un dispositivo.

Lo intuía hace rato, pero, últimamente, en ocasión del fin (en númerosos sentidos: del "fin" de la serie, del "fin" de los personajes, del fin teleológicamente -y no teológicamente- hablando), lo compruebo redondamente: Lost es un enorme dispositivo que revela el mundo interior de quien haya sido oportunamente expuesto a su influencia. Lost desnuda, a veces ingratamente, la intimidad de sus intérpretes; se convierte en un espejo de ciertas regiones, zonas esquivas del espíritu, otras.

Están los que buscan "sentido". No deja de asombrarme la cantidad de casos en que la queja deviene bajo la forma de un reclamo que pensaba ya superado. El reclamo racionalista de quien necesita dar cierre y un sentido inmanente al objeto mismo en cuestión. Esos que no hacen más que quejarse de que dejaron un montón de respuestas colgadas, que putean porque, al final, nunca dijeron qué era la isla, de dónde venía Dharma, por qué estaba ese pelotón con una cabeza nuclear ahí...

Con esa actitud inquisitiva hasta los tuétanos ¿cómo hacen para transitar el día a día de sus existencias? Si esa es la actitud que a diario asumen con la realidad ¿qué hacen ante el desconocimiento de las causas profundas de las migraciones de jóvenes senegaleses hacia latinoamérica, frente a cada desconocido que sube al colectivo en el que viajan cuando van al trabajo, o a las motivaciones de un grupo de empleados bancarios que van al predio recreativo del gremio los fines de semana? ¿Cómo toleran moverse entre toda esta gente sin saberlo todo? Cuando esperan el tren ¿se preguntan todo el tiempo cómo se llamarían los que construyeron la estación, de dónde trajeron el metal y por qué la construyeron justo ahí y no en otro sitio? ¿se preguntan, si no, por qué es el ser y no más bien la nada?

Están, tambien, los otros. Los que se indignan por el supuesto giro religioso que habría tomado la resolución de la trama. Ven cristianismo y pietismo y puritanismo por todas partes. Entre ellos algunos ven un cuestionable recurso a un (desubicado) deus-ex-machina. Ellos ven lo que no hay. No hay dios(es) en Lost o todo está lleno de ellos, que es en definitiva lo mismo. Porque operan al mismo nivel de sentido electromagnetismo, zoroastrismo, "egiptismo", física cuántica, totemismo, animismo, chamanismo, física atómica, cristianismo, termodinámica, relatividad, mitología, fetichismo y aerodinámica. Nada es mejor, todo es igual. Y esto es una operación que subvierte fuertemente todo canon. En Lost no hay una disputa entre fe y razón, entre religión y ciencia. En el universo diegético de Lost TODO se mueve en el mismo plano simbólico. En él es lo mismo la menorah que la cabeza nuclear. Asimilan el final a una parusía epifánica porque ve un Dios donde no debería haberlo. Hay religión, pero no hay Dios: un dios cancelaría el sentido, y el relato no lo cancela nunca. No hay sitio a dónde ir; hay tránsito. Por eso el dialogo entre Jack y Christian es revelador:

-She said we were leaving.
-Not leave. No. MOVING ON.
-Where are we going?
-Let's go find out.

No hay un monotonoteísmo que todo lo obtura. Hay tránsito sin destino último, libre de toda teleología. Somos lo que hacemos de nuestras vidas, pero en definitiva, "everyone dies sometime, kiddo."

Lost es un dispositivo que revela lo que, en el fondo, ocultamos sobre nosotros mismos.

Keep movin' on.

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viernes, mayo 21, 2010

ante Lost Series Finale: un manifiesto




Hay una corriente, importante en número, de entre quienes ven Lost: los maratonistas. Por culpa de su existencia, en nuestros ámbitos de estudio, lugares de trabajo, sitios públicos -sean plazas o bares, farmacias o ferreterías, incluso videoclubes-, quienes hemos elegido el camino arduo del visionado semanal, nos vemos privados de comentar con fruición, excitación o, por qué no, nuda y llana desazón, los pormenores sobre la reaparición de tal, o sobre la muerte de cual. Todo para no proscribirlos, para no negarles el privilegio que ellos se arrogaron con oscuras prerrogativas como ser el ver todo los episodios de una temporada, juntos y de corrido.

A ellos les decimos, les comunicamos, los ultimamos en este único acto que, emanado de mí pero encarnando la voluntad de muchos otros, los sufridos seguidores semanales, uniepisoidales, a ellos, digo, los conminamos: TIENEN UNA SEMANA, EGOÍSTAS. Les damos UNA SEMANA de gracia.

Considérense afortunados y objeto de nuestra misericordia. O tápense los oídos con cera, guachxs, porque vamos a gritar el final a los cuatro vientos, hasta que, nuestros desgañitados alaridos lleguen a la mismísima isla. Sepanlón.

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